La Aceptación plena: una puerta de entrada a la paz interior y la libertad.
Siempre recuerdo durante mi adolescencia en Cuba, que me costó mucho aceptar el vitíligo, esas manchitas blancas que comenzaron a salirme en la piel cuando sólo tenía 10 años. Me costaba también aceptar la falta de libertad, las carencias materiales y un sinfín de pequeñas cosas de mi vida cotidiana